14_Juego de tronos_Catelyn III
Al darse la vuelta vio al hombre.
—No teníais que estar aquí —murmuró con voz ronca—. Aquí no tenía que haber nadie.
Era un hombrecillo menudo, sucio, con ropas marrones mugrientas y hedor a caballerizas. Catelyn conocía a todos los hombres que trabajaban en los establos y no era uno de ellos. Estaba flaco, tenía el pelo rubio y lacio, y los ojos claros muy hundidos en el rostro huesudo. Y llevaba una daga en la mano.
—No —dijo Catelyn mirando el cuchillo y a Bran. La palabra se le quedó trabada en la garganta, fue apenas un susurro. El hombre alcanzó a oírla. —Es un acto de misericordia —dijo—. Ya está muerto.
—No —repitió Catelyn más alto, había recuperado la voz—. No, no.
Corrió hacia la ventana para pedir ayuda a gritos, pero aquel hombre era más veloz de lo que había supuesto. Le tapó la boca con una mano, le echó la cabeza hacia atrás y le puso la daga en la garganta. El hedor que despedía era insoportable.
Juego de tronos
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