—¿Te duele? —Yoren la miraba atentamente. «Tranquila como las aguas en calma», se dijo, tal como le había enseñado Syrio Forel. —Un poco . —Al chico de los pasteles le duele mucho más. —Él escupió al suelo—. No fue él quien mató a tu padre, niña, ni tampoco Lommy, ese ladronzuelo. Por mucho que los golpees no le devolverás la vida. —Lo sé —murmuró Arya, hosca. —Pues te voy a decir algo que no sabes. Las cosas no tenían que haber sido como fueron. Yo iba a marcharme ya, había comprado los carromatos y los tenía cargados, cuando un hombre vino a traerme un chico, una bolsa de monedas y un mensaje. No importa de quién era el mensaje. Me dijo que Lord Eddard iba a vestir el negro, que esperase, que iba a venir conmigo. ¿Por qué te crees que estaba en la plaza? Pero algo se torció. —Joffrey —masculló Arya—. ¡Alguien debería matarlo a él! —Alguien lo matará, pero no seré yo, ni tú tampoco. Choque de reyes Arya. I