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Mostrando entradas de diciembre, 2022

16_Juego de tronos_Eddard III

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      —Esa criatura es tan salvaje como el animal piojoso que la obedece —dijo Cersei Lannister—. Quiero que reciba su castigo, Robert.   —Por los siete infiernos —maldijo Robert—. Mírala bien, Cersei. No es más que una niña. ¿Qué quieres que haga, que la mande azotar por las calles? Maldita sea, los niños se han peleado siempre. Ya ha pasado todo. Nadie ha sufrido daños permanentes.   —Joff tendrá que llevar esas cicatrices el resto de su vida. —La reina estaba furiosa.   —Cierto —dijo Robert Baratheon mirando a su hijo mayor— . Y quizá le enseñen una buena lección. Ned, encárgate de que tu hija reciba un buen castigo. Yo haré lo propio con el mío.   —Desde luego, Alteza —asintió Ned, aliviado.   Robert hizo ademán de marcharse, pero la reina no había terminado. —¿Y qué hay de la loba huargo? —le gritó—. ¿Qué pasa con la fiera que ha herido a nuestro hijo?   —Me había olvidado de la condenada loba —dijo el rey con el ceño fruncido después de detenerse y darse media vu

15_Juego de tronos_Sansa I

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     ¿Y tú quién eres, chico? —preguntó en un tono imperioso que no delataba que el otro le llevaba un año.   —Mycah —murmuró el muchacho. Reconoció al príncipe y bajó la vista—. Mi señor.   —Es el hijo del carnicero —dijo Sansa.     —Es mi amigo —intervino Arya con tono brusco— . Déjalo en paz.   —El hijo de un carnicero y quiere ser caballero, ¿eh? —Joffrey desmontó, espada en mano—. Recoge tu espada, carnicero —dijo; le brillaban los ojos de diversión—. A ver qué tal lo haces. —Mycah se quedó paralizado de miedo. Joffrey avanzó hacia él—. Venga, que la cojas te he dicho. ¿O es que sólo peleas con niñas?   —Me lo pidió ella, mi señor —dijo Mycah—. ¡Me lo pidió ella! A Sansa le bastó mirar el rostro congestionado de Arya para saber que el chico decía la verdad, pero Joffrey no estaba en disposición de escuchar nada. El vino lo hacía aún más audaz —¿Coges tu espada o no?   —No es más que un palo, mi señor —dijo Mycah con un gesto de negación—. No es una espada. Sólo

14_Juego de tronos_Catelyn III

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  Al darse la vuelta vio al hombre.   —No teníais que estar aquí — murmuró con voz ronca—. Aquí no tenía que haber nadie.   Era un hombrecillo menudo, sucio, con ropas marrones mugrientas y hedor a caballerizas. Catelyn conocía a todos los hombres que trabajaban en los establos y no era uno de ellos. Estaba flaco, tenía el pelo rubio y lacio, y los ojos claros muy hundidos en el rostro huesudo. Y llevaba una daga en la mano.   —No —dijo Catelyn mirando el cuchillo y a Bran. La palabra se le quedó trabada en la garganta, fue apenas un susurro. El hombre alcanzó a oírla. — Es un acto de misericordia —dijo—. Ya está muerto. —No —repitió Catelyn más alto, había recuperado la voz—. No, no.   Corrió hacia la ventana para pedir ayuda a gritos, pero aquel hombre era más veloz de lo que había supuesto. Le tapó la boca con una mano, le echó la cabeza hacia atrás y le puso la daga en la garganta. El hedor que despedía era insoportable.     Juego de tronos Catelyn. III    

13_Juego de tronos_Tyrion II

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  Los demás cráneos iban aumentando de tamaño hasta llegar a los tres grandes monstruos de las canciones y las leyendas, los dragones que Aegon Targaryen y sus hermanas habían liberado en los Siete Reinos de antaño. Los bardos les habían dado nombres de dioses: Balerion, Meraxes y Vhaghar. En aquel sótano, Tyrion se situó entre sus fauces abiertas, mudo de admiración. Un guerrero podría haber entrado a caballo por el gaznate de Vhaghar, aunque no le habría sido tan fácil salir. Meraxes era aún más grande. Y el mayor de todos, Balerion, el Terror Negro, podría haber engullido un uro entero, o incluso uno de los mamuts lanudos que, según se decía, vagaban por las frías llanuras más allá del Puerto de Ibben.   Tyrion pasó un largo rato en el sótano húmedo mientras se le consumía la antorcha, contemplando el enorme cráneo de ojos vacíos de Balerion, tratando de aprehender el tamaño del animal cuando vivía, de imaginar cómo habría sido cuando desplegaba las grandes alas negras y

12_Juego de tronos_Eddard II

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   Me detuve ante el trono y alcé la vista para mirar a Jaime. Tenía la espada dorada cruzada sobre las piernas, con el filo manchado por la sangre de un rey. Mis hombres fueron entrando detrás de mí. Los hombres de los Lannister retrocedieron. No llegué a decir ni una palabra. Lo miré fijamente en su trono, y aguardé. Por último, Jaime se echó a reír, se levantó y se quitó el yelmo. »— No temas, Stark, únicamente se lo estaba calentando a nuestro amigo Robert —me dijo—. Lamento comunicarte que, como asiento, no es muy cómodo.   El rey soltó una carcajada que sonó como un rugido. El ruido sobresaltó a una bandada de cuervos, que salieron volando de entre la hierba y batieron las alas en el aire, enloquecidos.   —¿Crees que debo desconfiar de Lannister porque se sentó un rato en mi trono? —Las carcajadas sacudían su cuerpo —. Jaime tenía diecisiete años, Ned, era poco más que un niño.   —Niño u hombre, no tenía derecho a ese trono.   —Puede que estuviera cansado —sugirió Robe