06_Choque de reyes_Jon I
Jon sacó un pergamino de un cubo y sopló para quitarle la mayor parte del polvo. Al desenrollarlo, una esquina se le quebró entre los dedos—. Mira, éste se está deshaciendo —dijo, con el ceño fruncido para descifrar las letras descoloridas.
—Ten cuidado. —Sam rodeó la mesa y le cogió el pergamino de la mano, con tanto cuidado como si se tratara de un animal herido—. Antes, los libros importantes se copiaban cada vez que hacía falta. Seguro que los más antiguos se han copiado medio centenar de veces.
—Éste no hace falta que se molesten en copiarlo. Veintitrés barriles de bacalao en escabeche, dieciocho jarras de aceite de pescado, un tonel de sal...
—Un inventario —señaló Sam—. O tal vez una factura de compra.
—¿A quién le importa cuánto bacalao en escabeche se comía hace seiscientos años? —preguntó Jon.
—A mí. —Con todo cuidado, Sam volvió a poner en el cubo el pergamino que Jon había cogido—. De este tipo de documentos contables se puede aprender mucho, en serio: cuántos hombres había entonces en la Guardia de la Noche, cómo vivían, qué comían...
—Comían comida —dijo Jon—. Y vivían como nosotros.
—A lo mejor te llevabas una sorpresa. Esta cripta es un tesoro, Jon.
—Si tú lo dices... —Jon no estaba tan seguro. El concepto de tesoro implicaba oro, plata y joyas; no polvo, arañas y cuero podrido.
Choque de reyes
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