17_Choque de reyes_Tyrion IV
Compraba carromatos, tiendas, naves, casas... Compraba cereales cuando había cosechas abundantes, y vendía pan cuando empezaba a escasear. Compraba lana en el norte, lino en el sur y encajes en Lys. Almacenaba las telas, las movía, las teñía y las vendía. Los dragones de oro se apareaban y se multiplicaban. Meñique los prestaba y los recuperaba junto con sus crías.
Y, mientras tanto, también fue situando a hombres que le eran leales. Los cuatro Guardianes de las Llaves eran suyos. Él mismo había nombrado al Contador Real y al Balanza Real, y también a los oficiales al mando de las tres cecas. Nueve de cada diez capitanes de puerto, recaudadores de impuestos, agentes de aduanas, agentes textiles, cobradores, fabricantes de vinos... eran leales a Meñique. Se trataba de hombres en su mayoría de extracción popular: hijos de comerciantes, de señores menores, a veces incluso extranjeros... Pero, a juzgar por los resultados que obtenían, mucho más capacitados que sus predecesores de noble cuna.
A nadie se le había ocurrido cuestionar los nombramientos, ¿para qué? Meñique no representaba una amenaza para nadie. Era un hombre avispado, sonriente, cordial, amigo de todos, siempre capaz de encontrar el oro que le pidieran el rey o su Mano, y al mismo tiempo de linaje poco elevado, poco más que un caballero errante. No, no había nada que temer de él.
Choque de reyes.
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